Cuando el Duero se despide de la Meseta Norte, justo al rebasar la ciudad de Zamora, deja atrás las llanuras meseteñas y se encaja en una cada vez más profunda grieta abriéndose paso en su viaje hacia el mar, a través de pizarras y granitos. Se forma así un majestuoso cañón de empinados cortantes, auténticos despeñaderos por donde en primavera rosarios de cascadas precipitan sus aguas sobre el padre río. Este, a lo largo de más de ciento veinte kilómetros, se encajona formando un entorno natural privilegiado: Los Arribes, Arribas o Arribanzos, que de las tres formas llaman los naturales de la comarca de Sayago a estas riberas escarpadas que, en ocasiones, alcanzan más de doscientos metros de altitud.